A día de hoy, el transporte por carretera sigue siendo el gran motor que mueve la economía europea. Camiones cargados hasta los topes cruzan fronteras cada día, llevando desde piezas de maquinaria hasta alimentos frescos. Y aunque este sistema garantiza la disponibilidad de casi todo en cualquier punto del mapa, también implica una sombra ambiental considerable, con emisiones, residuos y consumo energético que no pasan desapercibidos. Por suerte, en los últimos años la sostenibilidad ha dejado de ser un tema residual para convertirse en un objetivo prioritario dentro del sector logístico.
La presión medioambiental y su efecto en la logística.
Durante décadas, el transporte de mercancías ha funcionado con una lógica de inmediatez y volumen. Lo importante era mover rápido, mover mucho y llegar lejos. Pero con la progresiva conciencia sobre la alteración climática, esa fórmula ha empezado a mostrar sus fisuras. Las emisiones de CO₂ de los vehículos pesados representan un porcentaje muy alto del total generado en las carreteras, algo que está afectando a la calidad del aire en áreas urbanas y zonas próximas a corredores logísticos.
Las normativas europeas también están influyendo en este cambio. Directivas sobre calidad del aire, límites de emisiones, tasas medioambientales y la presión fiscal sobre los combustibles fósiles están obligando a las empresas del sector a repensar cómo hacen las cosas. El resultado está siendo una transformación profunda en la forma de entender la logística, apostando cada vez más por la eficiencia energética, la reducción del consumo de recursos y la mejora de las prácticas operativas.
Camiones más limpios y combustibles alternativos.
Uno de los primeros pasos hacia un transporte por carretera más sostenible pasa por cambiar la flota. Y es que los camiones diésel tradicionales, pese a haber evolucionado tecnológicamente, siguen siendo una fuente importante de partículas y gases contaminantes. Por eso, cada vez más operadores logísticos están dando el salto hacia vehículos con tecnologías alternativas.
El gas natural comprimido (GNC) y el gas natural licuado (GNL) se han convertido en soluciones de transición interesantes, ya que reducen notablemente las emisiones respecto al diésel. Aunque no son soluciones completamente limpias, permiten reducir los niveles de óxidos de nitrógeno y partículas finas, haciendo más asumible el paso hacia tecnologías todavía más verdes.
Más a largo plazo, el hidrógeno verde y la electrificación de los camiones se presentan como opciones que podrían cambiar el panorama por completo. Los modelos eléctricos todavía tienen una autonomía limitada para rutas de larga distancia, pero ya están dando resultados en trayectos urbanos y distribución de última milla. Y en cuanto al hidrógeno, aunque su desarrollo todavía requiere inversión e infraestructuras específicas, su uso podría permitir vehículos pesados con cero emisiones en el tubo de escape y tiempos de repostaje mucho más rápidos que los eléctricos.
Optimización de rutas y reducción de kilómetros vacíos.
No todo pasa por cambiar el camión. De hecho, uno de los aspectos que más está pesando en la transformación ecológica del transporte por carretera es la mejora en la organización y planificación de rutas. En muchas ocasiones, los camiones recorren cientos de kilómetros con la mitad de su capacidad o incluso completamente vacíos. Esto ocurre, por ejemplo, cuando se hace una entrega y el vehículo debe regresar sin una nueva carga programada.
Para evitarlo, muchas empresas están invirtiendo en tecnología de gestión inteligente de flotas. Plataformas de gestión digital, algoritmos de optimización de rutas y sistemas de carga compartida permiten reducir el número de trayectos ineficientes, disminuir el consumo de combustible y mejorar el aprovechamiento del espacio en cada viaje. Es una forma sencilla pero muy eficaz de reducir la huella ambiental sin necesidad de grandes inversiones iniciales.
Desde Cargolink, recuerdan poner en valor precisamente esta forma de operar, apostando por una organización logística flexible y dinámica que permita adaptarse a los requerimientos del cliente sin perder eficiencia energética. Esta estrategia, combinada con el uso de vehículos adaptados para distintos tipos de carga, permite mejorar notablemente el rendimiento medioambiental de cada desplazamiento.
Sostenibilidad desde el embalaje.
Cuando se habla de transporte, muchas veces se olvida que los embalajes son una parte fundamental del sistema logístico. Cada caja, palé, film plástico o sistema de protección utilizado para mover mercancías tiene su propio efecto ambiental, tanto por el tipo de material como por el espacio que ocupa y el peso que añade.
El uso de embalajes reutilizables está creciendo a buen ritmo, sobre todo en el sector industrial. Cajas plegables, contenedores retornables y sistemas modulares permiten reducir residuos y facilitar la recogida y reciclaje de materiales. También se están introduciendo soluciones con menos contenido plástico, como envoltorios con base de papel, materiales compostables o bioplásticos de almidón de maíz.
A esto se suma la tendencia a ajustar el embalaje a la mercancía con precisión, lo cual no solo reduce el uso innecesario de material, sino que además permite cargar más unidades por camión, reduciendo los viajes necesarios y mejorando la eficiencia global del sistema.
Centros logísticos sostenibles y gestión energética.
La sostenibilidad en el transporte por carretera no se limita al propio movimiento del camión. Buena parte del trabajo logístico ocurre en almacenes, centros de carga y plataformas intermodales. Y en estos espacios, el consumo energético, el uso de recursos y la gestión de residuos tienen también una influencia directa sobre la huella medioambiental total.
Cada vez es más habitual encontrar plataformas logísticas diseñadas bajo criterios de sostenibilidad: techos con paneles solares, sistemas de iluminación LED, climatización eficiente, puntos de carga eléctrica para furgonetas o carretillas, y zonas verdes integradas en el entorno. También se están implantando sistemas de gestión energética que permiten monitorizar el consumo en tiempo real y detectar picos de demanda que puedan corregirse.
La automatización también tiene una función importante. Sistemas de clasificación automáticos, robots de almacén y vehículos guiados reducen los tiempos de operativa y permiten ahorrar energía, ya que optimizan los desplazamientos internos y evitan movimientos innecesarios.
Certificaciones ambientales y trazabilidad responsable.
Las certificaciones de gestión ambiental han dejado de ser un añadido para convertirse en un estándar de calidad. Sellos como la ISO 14001 permiten garantizar que una empresa cumpla la normativa y aplique prácticas proactivas para minimizar su efecto ambiental. Esto incluye desde la gestión de residuos hasta la eficiencia energética y el uso de recursos naturales.
En el ámbito del transporte por carretera, estas certificaciones sirven también para generar confianza en los clientes, que cada vez valoran más la trazabilidad de la mercancía y el compromiso ambiental de las empresas con las que trabajan. La posibilidad de conocer el recorrido exacto de un envío, su nivel de emisiones asociadas o el tipo de combustible utilizado en el trayecto está marcando un antes y un después en la logística internacional.
Además, algunas plataformas están incorporando sistemas de “etiquetado verde” que permiten comparar el nivel de sostenibilidad de distintas opciones logísticas, ayudando a las empresas a tomar decisiones más responsables y creando un entorno competitivo donde las buenas prácticas son recompensadas.
Transporte exprés sin renunciar a lo ecológico.
La necesidad de inmediatez es una de las grandes presiones del transporte actual. Entregas urgentes, servicios puerta a puerta y transportes exprés pueden parecer incompatibles con la sostenibilidad. Sin embargo, cada vez más operadores están logrando equilibrar velocidad y responsabilidad ambiental.
El uso de furgonetas eléctricas para la última milla, la consolidación de mercancías urgentes en rutas compartidas y el uso de hubs intermedios son algunas estrategias que permiten mantener plazos ajustados sin aumentar las emisiones. Incluso en el transporte internacional urgente, algunas empresas están combinando rutas por carretera con tramos en tren, aprovechando el menor efecto ambiental de este último medio en trayectos largos.
También están creciendo los servicios exprés inteligentes, que utilizan inteligencia artificial para reagrupar pedidos y calcular rutas en tiempo real en función del tráfico, la meteorología y la disponibilidad de vehículos. De esta forma, la rapidez deja de estar reñida con la sostenibilidad, y el cliente puede recibir su mercancía sin que eso suponga un gasto ambiental excesivo.
Formación ambiental en el sector del transporte.
Detrás de cada camión hay una persona. Y esa persona, ya sea conductor, gestor de tráfico o responsable de almacén, es fundamental en el cambio hacia una logística más verde. Por eso, uno de los aspectos que más está creciendo dentro del sector es la formación medioambiental.
Los cursos de conducción eficiente, por ejemplo, permiten reducir el consumo de combustible en un 10-15% simplemente cambiando ciertos hábitos: no dejar el motor encendido en parado, anticipar frenadas, evitar aceleraciones bruscas o mantener una velocidad constante. También se están impartiendo formaciones sobre gestión de residuos, separación en origen, uso de materiales sostenibles y prácticas energéticas en centros logísticos.
El cambio de mentalidad empieza por ahí, por entender que cada decisión cuenta. Ya sea el tipo de neumático o la temperatura del motor, todo tiene un efecto acumulativo que puede inclinar la balanza hacia un modelo más responsable.
Colaboraciones y alianzas sostenibles.
El transporte por carretera no puede avanzar hacia la sostenibilidad de forma aislada. De ahí que estén surgiendo iniciativas colectivas, acuerdos sectoriales y plataformas de colaboración entre distintas empresas para compartir información, infraestructuras y buenas prácticas.
Se trata de avanzar de manera coordinada, compartiendo rutas, vehículos y cargas cuando sea posible, o integrando sistemas de gestión conjunta que permitan reducir duplicidades. Estas sinergias, al igual que mejoran la eficiencia económica, suponen una mejora tangible desde el punto de vista ambiental.
La logística sostenible es un reto de fondo, que requiere ajustes en todos los niveles del sistema. Pero a medida que las exigencias sociales, políticas y ambientales se hacen más visibles, el sector del transporte por carretera está demostrando que puede adaptarse, innovar y avanzar hacia un modelo más respetuoso con el planeta.