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Los pazos se abren al público.

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Los pazos son casas solariegas, de carácter señorial, típicas de la Galicia rural. En ella vivan nobles y personas de alta alcurnia que subarrendaban la tierra circundante a los campesinos de la comarca a cambio de un alquiler en metálico o en especie. Hoy, gran parte de los pazos son accesibles al público, total o parcialmente, o se explotan como alojamiento rural.

En la actualidad los pazos actúan como un reclamo turístico. Muchos visitantes se desplazan hasta ellos para conocer como se vivía en el campo gallego no hace tanto tiempo. Se suelen conservar los jardines de algunos de ellos y en sus fachadas se aprecian elementos arquitectónicos del renacimiento, el barroco y el neoclasicismo. Son famosos los pazos de la provincia de Pontevedra por su espectacularidad, los de Ourense y Lugo por su sobriedad y en La Coruña se conservan algunos pazos de gran valor histórico, como el Pazo de Meirás, del que hablaremos más tarde.

El último tramo del camino de Santiago está salpicado de pazos. Algunos de ellos se ponen al servicio del peregrino, como una especie de alojamiento o casa rural. Leonor nos cuenta como después de concluir el camino en compañía con su esposo, se alojó por unos días en el Pazo Cibrán, a solo 13 kilómetros de Santiago de Compostela. En donde recuperó fuerzas antes de volver a su casa.

Las características de los pazos.

La palabra pazo, proviene del latin “palatium”, en castellano, palacio. Aunque es una construcción civil, algunos historiadores defienden que tiene un origen militar. Principalmente, porque muchos de ellos presentan dos torres. En las almenas de la región, durante la edad media, vivían los hidalgos. Los hijos de los nobles que no heredaban fortuna.

En Galicia, como sucedía en gran parte de España, se aplicaba el mayorazgo. El primogénito de la familia, heredaba las tierras y el título nobiliario. El segundo hijo hacía carrera en el ejército o en la iglesia. El resto de los descendientes, conservaban el linaje, pero carecían de propiedades. A diferencia de lo que sucede en otras partes de España, los hidalgos eran acogidos por sus hermanos mayores y pasaban a vivir en las torres. Si el primogénito tenía muchas tierras, siempre podía ceder una pequeña parte de a su hermano pequeño y permitirle que se construyera un pequeño pazo, por el que pagaría un subarriendo. Este pazo siempre sería de menor envergadura que el pazo principal.

Aunque hay pazos muy diferentes, podemos decir que todos contaban con una zona noble, donde vivía la familia del propietario, y otra zona claramente diferenciada donde se alojaba el servicio. En algunos pazos, sobre todo los más antiguos, hay pequeñas casas separadas del edificio principal donde vivían los tributarios, los campesinos a los que se les arrendaba la tienda. Conformándose en torno al pazo una especie de aldea.

Todos los pazos estaban rodeados de jardines, por donde solían pasear el propietario de la finca, su familia y los invitados. También era frecuente que tuvieran una ermita para efectuar servicios religiosos, un palomar y unas caballerizas. Solían estar ubicados en enclaves estratégicos, como la cima de una colina. Un lugar desde el que el señor podía divisar todas sus posesiones.

Los pazos son un elemento central de la organización social de la Galicia rural desde los siglos XVI al XIX. Existen pueblos que se llaman Pazos de Borbén, Pazos de Borelas o Pazos de Reis. Una denominación que indicaba que los habitantes del pueblo trabajaban para el propietario de un pazo.

Los dueños de los pazos eran los propietarios de la tierra, que se heredaba de generación en generación. Los campesinos solo podían aspirar a que se les arredrara una parcela, por lo que los señores de los pazos ejercían una fuerte influencia sobre la población.

Los Pazos de Ulloa.

La web Planeta Libros nos recuerda como la escritora Emilia Pardo Bazán relata cómo  era la vida en los pazos en su novela, publicada en 1886, “Los Pazos de Ulloa”.

Emilia Pardo Bazán fue una de las grandes escritoras del realismo español, en concreto de una corriente llamada “Naturalismo”, que también abordó el escritor valenciano Vicente Blasco Ibáñez. El Naturalismo se caracterizaba por describir la realidad del momento con un tono documental, casi periodístico. Describiendo los aspectos más sublimes y los más desagradables.

La novela cuenta la historia de un pazo propiedad del ficticio Marqués de Ulloa. Un burgués terrateniente, que además de comprar tierras, compró el título nobiliario y el pazo que le correspondía. Por recomendación de su tío, pidió al obispado que le enviara a un joven sacerdote, Julián Álvarez, el cual se encargaría de dar misa en la capilla del pazo y ayudarle en la gestión de la hacienda.

El sacerdote se topa con un pazo abandonado, casi en ruinas. Con un señor maleducado, rudo y déspota. Que pasa casi todo el día cazando y que se muestra duro con el servicio y con los campesinos que trabajan en sus tierras. Su mayordomo, Primitivo, un ambicioso aldeano, se encarga de gestionar todas las cuestiones prácticas de la finca. A cambio de eso, sin que su señor lo sepa, o sin que lo quiera saber, se lleva un rédito por sus operaciones.

En la cocina del pazo trabaja Sabela, la hija de Primitivo. Una hermosa sirvienta, no menos ambiciosa que su padre. Sabela tiene relaciones sexuales con el marqués, del cual se llega a quedar embarazada. El marqués nunca llegó a reconocer a su hijo, pero Sabela aguarda paciente a que, algún día, el bastardo herede las tierras.

El marqués se casa por conveniencia con Nula. Una señorita de buena familia de la ciudad. Tras contraer matrimonio con ella, después de pasar una temporada en Santiago de Compostela, donde el marqués no se siente a gusto, se lleva a Nula a vivir con él al pazo. Nula no soporta la vida rural. Ni el ambiente que se respira en la casa, ni la relación con su marido. Nula se queda embarazada, del parto nace una niña. Tras el duro embarazo, la marquesa cae enferma. Enfadado por el sexo de su primogénita, el marqués se distancia de su esposa y de su hija. Momento que aprovecha la criada, para retomar la relación con su señor. Primitivo y su hija Sabela vuelven a tomar el control del pazo. Nula vive atormentada entre los maltratos físicos y psicológicos de su marido y la presión del servicio.

Emilia Pardo Bazán llegó a vivir en un pazo, el Pazo de Meirás, el cual envió construir en 1893, en el municipio de Sada (La Coruña) sobre las ruinas de una antigua fortificación destruida durante la guerra de la independencia.

Los pazos más famosos.

Quizás, el Pazo de Meirás sea el pazo más conocido que existe, por toda la historia que le envuelve. Tras el asesinato de su hijo, durante la Guerra Civil, por deseo de la propia escritora, se intenta ceder el edificio a la Compañía de Jesús, con la condición de que el pazo pudiera disfrutarlo el pueblo. La orden religiosa no acepta las condiciones, y finalmente la viuda del hijo de Emilia Pardo Bazán, Manuela Esteban Collantes, vende el pazo al Estado español en 1938, para uso y disfrute del General Franco, que lo usaría como residencia de verano. La viuda efectúa la venta, acuciada por su situación económica. Su cuñada, la hija de Emilia, intentó recuperar las pertenecías de su madre, pero nunca se le permitió la entrada al pazo. Finalmente, en el 2019, por sentencia judicial, el pazo se recuperó para el pueblo, bajo la gestión del Ayuntamiento de Sada y la Junta de Galicia.

El blog Gallegos Viajeros nos habla de otros pazos emblemáticos de Galicia. Estos son algunos de ellos:

  • Pazo de Oca. Ubicado a 25 kilómetros de Santiago de Compostela, se le conoce popularmente como el “Versalles Gallego”, por la belleza de sus jardines. Cuenta con varios estanques y con una cuidada colección botánica de especies foráneas y locales. Está abierto al público y sus salones se alquilan para efectuar celebraciones.
  • Pazo Mariñán. Pertenece al municipio de Bergondo. A unos 30 kilómetros de la ciudad de A Coruña. Es un palacio de estilo rococó, construido en el siglo XVIII. En su interior alberga un museo, y en ocasiones se ha utilizado como sede para impartir cursos universitarios y actos institucionales.
  • Pazo de Lourizán. Se halla en la provincia de Pontevedra. Es un majestuoso edificio neoclásico rodeado por unos bellos jardines. Tiene un gran valor histórico, ya que en su interior se negoció el tratado de París, en virtud del cual, España abandonó sus últimas colonias de ultramar en 1898: Cuba, Filipinas, Puerto Rico y la isla de Guam.
  • Pazo de Rubianes. Se encuentra en Villagarcía de Arosa, construido sobre una antigua fortaleza levantada en 1411, que fue remodelada 300 años más tarde, dándole, en lo fundamental, su apariencia actual. El palacete está rodeado por un jardín botánico enmarcado en una tierra de viñedos, en la que se produce vino Albariño.

Afortunadamente, los pazos se están abriendo al público y gracias a ello podemos disfrutar de sus maravillas.

 

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